lunes, 26 de enero de 2015

Dédalo sin salida

De vez en cuando, nos pellizcamos para saber que continuamos vivos. Nos cercioramos de que nadie nos ve y entonces plegamos nuestra piel, en un intento empírico de reafirmarnos ante nuestra propia existencia. Hay días en los que parece que nos convertimos en fantoches movidos por las cuerdas de la providencia y sentimos que empequeñecemos en un universo inabarcable e incomprensible para nuestro intelecto. Es en nuestros designios cotidianos cuando nos encontramos ante una miríada de posibilidades: desordenadas cualitativamente - sazonadas de falsa libertad. 

Y a veces, también ocurre que cuando caminamos por la ajedrezada ciudad, los edificios nos aprisionan en un entramado asfixiante de cemento y polvo. El cielo parece lejano e indiferente a nuestras ansias de desembarazarnos de la condición humana, vivimos encorsetados y condenados a elegir caminos sin señalizar. En esta búsqueda constante de conocimiento, nos amaestramos los unos a los otros en el arte de la docilidad y la mansedumbre para posibilitar que llevemos una vida anodina, acallando nuestros gritos de insurrección, obedeciendo la norma que recae sobre nosotros desde que nacemos. 

El tiempo se desmenuza a trompicones entre las hojas del calendario y utilizamos eufemismos para hablar de la vida y de la muerte. Reconozcamos que nos da miedo ser, nos aterra el denouement al que estamos condenados. Y torpemente buscamos explicaciones que satisfagan nuestra minusculidad - somos una mota orbitando en un vastedad envolvente que nos es - tristemente - desconocida. 

Creemos que las estrellas, los libros, el amor, la música, la ciencia albergan respuestas, pero lo único de lo que podemos estar completamente (o medianamente) seguros es de que estamos vivos, pellizcándonos y sintiendo un leve dolor, despertando nuestros sentidos a un mundo que nos desteta desde que nacemos. Tan solo nos queda tender nuestros devenires al sol y sentir como los rayos van secando nuestra piel hasta que envejecidos comprendemos que algunas respuestas siempre han estado ahí, al alcance de nuestra mano. El instante es la única eternidad que poseemos, procuremos adueñarnos de momentos que colmen nuestras vidas de significado y tal vez, de este modo nos parezca que el cielo está un poco más cercano. Pellizquémonos y recordemos que somos un instante en un universo ajeno.


Pale Blue Dot by Voyager 1



2 comentarios:

  1. Leyendo tu texto he parado todo lo que estaba haciendo, me he concentrado borrando cualquier otra cosa de mi mente, he sentido el instante (bueno... también el pellizco para asegurarme..)

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  2. Querido Navegante V, me alegra inmensamente que mi escrito te haya hecho sentir el "pellizco existencial", no viene mal detenerse de vez en cuando y hacer una pequeña introspección sobre los instantes que componen nuestro ser. Recibe un instantáneo saludo y gracias por la visita, ¡hasta otra ocasión!

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